Según
la mitología griega, justo antes de morir, Sísifo le pidió a su esposa que no
ofreciera los sacrificios habituales que se entregaban a los dioses en honor a
los muertos. Los dioses al no recibir
estas ofrendas, fueron a reclamarle el desprecio de su esposa a Sísifo quién
propuso una solución, que lo dejaran volver a la tierra para personalmente
sancionar a su viuda.
Los
dioses accedieron y fueron engañados por Sísifo, que una vez en la tierra de
los mortales se negó a regresar al Inframundo, logrando así vivir un par de
años más que los que le correspondían.
Hades,
el rey del infierno, al lograr finalmente hacer que Sísifo regresara a la
muerte decidió castigarlo por la burla cometida, quitándole la vista y
condenándolo a tomar una piedra y subirla hasta lo alto de una montaña, para
justo cuando estaba por finalizar se le cayera ladera abajo y tener que
regresar por ella y volver a intentarlo. Siendo esta la rutina que repetiría eternamente.
Sin ninguna tregua para su éxito.
Mate
es un Antiguo Pastor Ingles de un año de edad, será la inocencia de la raza o
tal vez que no conoce muchos perros más, pero puedo decir que la inteligencia
de Mate es mucho más baja que el promedio canino. Él y sus 45 kilogramos se
niegan a salir al frente de su patio ya que enseguida hay un French Poodle que
a pesar del barandal lo amenaza ferozmente con sus 3.200 kilogramos de peso.
Un
día Mate estaba aburrido por no poder utilizar todo el patio y dentro de su
tedio hizo un gran descubrimiento. Mate encontró que algo se movía detrás de él
y al verlo se entusiasmó, junto con ese entusiasmo aumentó en la misma
proporción la velocidad con la que se movía su descubrimiento. Mate no podía
dejar de mirar su cola, aún sin saber que era parte de él. Su poca inteligencia
impedía que entendiera porque cuando se emocionaba, su objetivo parecía
emocionarse también y al ponerse en posición de ataque y procurar hacer el
menor movimiento posible, el objeto desconocido hacia lo mismo. Su vida tenía
un nuevo propósito. Perseguir sin tregua su cola.
Una
interminable rutina fueron los días posteriores para Mate. Despertar, terminar
con velocidad sus dos litros de alimento matutino, tomar un poco de agua,
espantar los pájaros que trataban de comerse los restos de su comida, ladrar a
todo carro que viera, incluyendo los estacionados (en verdad Mate no es listo),
esperar a que el French Poodle del vecino, su eterno némesis, saliera al frente
de su casa para regresarse al pedazo de patio que le correspondía y empezar su
misión diaria. Descubrir que es esa cosa en forma de pincel que los sigue a
todos lados.
¡Qué
emocionantes días vivía! Por mayor velocidad que él imprimiera el objeto en forma
de pincel corría siempre un poco más rápido que él, incluso pareciera burlarse
ya que al bajar la velocidad su objetivo lo hacía también. Intentaba girando
hacia la derecha, luego hacia la izquierda, incluso un día intento encontrar el
objeto por en medio de sus piernas, pero no, parecía que la rivalidad entre
Mate y su cola seguiría interminablemente.
A
Sísifo no le molestaba cargar la piedra, incluso era su parte favorita dentro
de su rutina, ni siquiera se frustraba cuando la piedra se le caía casi a punto
de llegar. La parte molesta era bajar la ladera con las manos vacías, porque
entonces el tiempo sobraba y comenzaba a escuchar los demonios en su cabeza que
le decían cuan infructuoso era su esfuerzo, un día mientras bajaba a recoger la
piedra que invariablemente se le había resbalado concluyó que el fracaso era
ineludible y que se encontraba atado a un destino con un final trágico y
constante sin remedio alguno.
Después
de un tiempo toda emoción se vuelve rutina, y Mate comenzó a desilusionarse de su
cola, él necesitaba una tregua y no pedía mucho, Mate sólo necesitaba sentir
que avanzaba, que su esfuerzo no era vano. Nadie emprende una misión sin
albergar aunque sea una mínima esperanza de éxito. Comenzaba a aburrirse y
aunque no dejaba de intentarlo, al igual que Sísifo, no importaba cuanto ímpetu
pusiera a sus acciones, el resultado sería el mismo. Hasta que un día sucedió
lo inesperado, eso que cualquier fatalista consideraría imposible.
Mate
se alcanzó la cola.
Todo
fue silencio entonces, Mate sujetaba con apenas dos dientes la punta de su
cola. Desconozco que fue lo que pensó, pero lo que sí sé es que volteo a verme
con una expresión de duda ¿ahora qué sigue?
Tanto
tiempo detrás de un propósito y jamás se le había preguntarse cuál era el
verdadero motivo para hacerlo. Yo no lo sé de cierto, pero supongo que una
oleada de pensamientos irrumpieron a Mate. Quizá se preguntaba por qué morder
su objetivo le generaba dolor a él, tal vez se decepcionó al saber que la única
intención de su vida había sido cumplida sin mayor trascendencia, posiblemente
descubrió que si había alcanzado su cola sería capaz de todo, incluso de hacerle
frente al French Poodle del vecino con todo y sus 3.200 kilos. Quizá una parte
de Mate se perdió al saber que todo estaba ya concluido, que habría que
encontrar un nuevo anhelo o vivir de la gloria de este éxito.
Entonces
Mate y su limitada inteligencia canina entendieron lo que Sísifo, el héroe
mitológico que burlo a los dioses aún hasta hoy no ha comprendido. Que no
importa cuál sea actividad, el sentido de todo es disfrutar el hacer, no el
lograr. Se trata de amar la trama más que el desenlace.
Y Mate soltó su cola
lentamente, como si su éxito hubiera sido un error. La soltó y después de unos
segundos comenzó a perseguirla nuevamente pretendiendo que los últimos 3
minutos no sucedido nunca. La única diferencia es que internamente sabía que el
éxito era alcanzable. Pero él prefirió la felicidad de disfrutar cada acto, que
la gloría efímera de un éxito sin sentido.
O quizá Mate sólo
quiere perseguirse la cola por ser un perro tonto.