No se requiere profesar un credo para saber que donde estoy parado es el mismísimo infierno.
Nunca creí que mis demonios pudieran derrotarme tan brutalmente, no sabes lo que fue aquel instante en el que desee con todas mis fuerzas que mi valentía fuera franqueable, buscando sacar fuerza de un cuerpo que ha venido a menos, encontrar la Fe desde un sitio en donde es ilusorio creer.
Y toda esta catástrofe inicio con un simple acto del cual no medí consecuencias: Volver a pensarte.
Se me ocurrió la pésima idea de recordarte, un segundo. Un segundo dentro de los miles que consumo sin ti, tan fugaz como una estrella que deja de brillar, un segundo que me permití extrañarte, justo antes de comenzar a soñar con la pequeña (pero existente) posibilidad que aun estuvieras en esa acera en la que mi inmadurez te dejo llorando, esperando al hombre que hoy soy.
Entreabrir este amor por ti, volver a conjugar un “nosotros” le da en la madre hasta el mejor de los olvidadizos, devuelve condensado en un sólo suspiro todo el aire que me ha venido asfixiando sin tu aroma. Te pensé a raudales, en cantidades industriales y ni siquiera por eso encontré compasión, la añoranza no minimiza el dolor, no otorga precio de mayoreo.
Entonces decidí consumir lo que queda de ti, de hidalgo, en una sóla dosis (que me habría sido menos dolorosa con tequila, dañando el hígado para curarme el corazón), ser frontal ante lo que significas para mí, y dejar de negar que te extrañe. Te encontré en el café de la mañana, en la sonrisa coqueta de la estudiante que esperaba el camión, fui perdiéndome entre realidad y el deseo, entre la línea del desearte y el necesitarte, y al momento de cruzar esa línea, la gente comenzó a preguntarme que sí me sucedía algo, yo solo atine a decir tu nombre.
Tú eres lo que habitualmente me sucede. Por lo que ahora además de trabajar y estudiar, tengo el oficio de pensarte.
P.s.1 Ya estoy dado de altaen el seguro social, y requiero pocas prestaciones.
P.s.2 Por el sueldo no te preocupes, yo me cobro.