Debo confesarte (aunque jamás sepas de estas letras) que al momento de llegar a tu casa todo era tan ordinario, no había mariposas en el estomago como antes y ni siquiera una gota de sudor en mis palmas que indicaran que te vería después de tantos meses, y no solo eso, si no que estaríamos solos (solos, así como te has negado a salir siempre conmigo, solos, por que sabes de la vulnerabilidad que mantenemos en lo secreto, solos).
Y debo de darle merito a mi capacidad de suponer, por que si no había sentido nada antes de llegar a tu casa, era por que no había de suceder nada interesante.
Lo siento, eres una excelente compañía, pero creo que ha llegado la fecha exacta en la que debo pactar nuestro olvido, ¿la razón?:
Y al firmar sin reparos y en lo secreto nuestro adios, descubro entre cada gesto tuyo lo que todo el mundo me grito/susurro/mitifico/interpreto;
Pregunta a quien te rodea cuantos escalones hay hasta la puerta de tu casa, y cuando alguien conozca tanto que conteste que once, ese día, esa persona, merecerá una oportunidad, como la merecimos tu y yo en este loco mundo.
Mientras tanto...