lunes, noviembre 1

Miedo

Amigo, aquí me tienes, apunto de escribir nuevamente. Y no es que se me haya olvidado, pero creo que hay tiempo para todo, para arrancar y para derribar, para edificar y para plantar, y también, ¿por qué no?, para aprender y para escribir.

Pero he decidido romper este desierto sin letras, porque hoy me es imperante contarte algo.

Los ojos se me hicieron agua.

Hoy, a mil millas de donde tu estás, he recordado de donde vengo, alguien comenzo a cantar "... Y si Adelita se fuera con otro..." y la piel se me erizó, celebraban el día de muertos, sin saber que yo vengo de allá huyendo del hecho de que ya no es día de muertos, sino años con muertes injustas.

Si me preguntas exactamente que sentí, creo que no podré contestarte. Se me inflamó el pecho al oír la palabra México, pero también me menguaron las ganas por continuar. Aquí hay gente de todos lados del mundo y es triste saber que nos ven como un país ingobernable, donde la anarquía es la moneda en curso y donde sólo los afortunados sobrevivimos a tanta violencia.

Amigo, se me quiebra la voz al confesarte que me duele mi país, toda la sangre que se ha derramado sin causa alguna, me duele nuestro amigo, me duelen las cosas que nos han quitado y ni cuenta nos hemos dado, la capacidad de asombro que extraviamos, nuestra inhumanidad al contar las muertes por miles en lugar de contar los sueños que no se cumpliran, por las familias que crecen mutiladas, por los hijos que nuestra generación entregara.

¿Qué le diremos a Dios que hemos hecho con nuestra libertad?

Porque si fuéramos libres, no tendremos miedo.

Miedo... ¿Recuerdas que en nuestro ultimo café tratamos de definirlo? Pues hoy es lo que siento.

El miedo es tan similar al amor, a la soledad, a todas esas cosas que nos sobrepasan y que no entendemos. Pero que tenemos que aprender a utilizar como aliados, como punto de partida para loar a Dios. El miedo que hoy siento es uno de mis motores para volver, para enfrentar aquello que es inmenso ante mi pequeña humanidad, para poder regresar y entregar todo, hasta lo que no tengo aún, para enorgullecer al lugar al que pertenezco y que Dios me ha dado como obsequio para engrandecer, para defender.

Porque yo crecí con una frase que ahora tiene demasiado sentido...

"El cielo un soldado en cada hijo te dio..."