martes, octubre 27

Anónimos y Kleenex

Antes de que Mateo le sucediera a Anna, mucho antes de Carlos, de Orlando, de Patricio, antes de la lista larga de fracasos al hilo, estaba Oscar. Para mi, su nombre sonaba a cinco letras cualquiera, para Mi Muñeca Fea su sola mención provocaba que la nuca se erizara, siempre seria vulnerable ante él y su presencia, lo supo desde que tenia doce años.

A menudo necesitamos de algo externo para rediseñarnos, el año nuevo, una fractura, o aquella persona que se va, cualquier cosa que justifique nuestra nueva "actitud", y Oscar fue el pretexto que escogió Anna para tirar sus muñecas cuando entro a la secundaria.

El día que asistió por primera vez a su nueva escuela, Anna se despertó, y el sueño fue el culpable de que olvidara que ese era el día que tanta angustia le había causado durante las vacaciones, se levanto aun dormida directo al espejo, con los ojos cerrados, esperando el milagro, esperando que su cuerpo fuera conciente que ese día entraba a la secundaria, y por generación espontánea su cuerpo comenzara a cambiar en formas mas redondas. Busco de frente, de perfil, con los ojos un poquito cerrados, y nada, su cuerpo seguía aferrandose a una niñez que hacia semanas se había esfumado, se negaba a entrar a la pubertad.

Frustrada, decidió que se preocuparía después, bajó sin mucho animo mientras el resto de su familia luchaba en el caos habitual del desayuno, nadie noto la tristeza de mi muñeca fea, ni siquiera cuando silenciosamente subió al automóvil con su sostén lleno de kleenex, durante el viaje mientras el locutor en la radio realizaba alguna broma telefónica barata, las manos de mi Muñeca Fea sudaban de manera escandalosa y por un instante pensó en sacar un pañuelo de su pecho, pero luego, después de pensar un buen rato, prefirió tener un cuerpo falso de papel por el precio de la humedad de sus dedos. Luego de la habitual bendición de su mamá, Anna se paro de frente a su nueva escuela, el color verdoso de está hizo que por un momento se mareara, y le llegara de manera febril toda la suma de temores de el verano, se hizo conciente que no quería madurar, que aun no estaba lista del todo.

Y ahí estaba él, Óscar, con ese garbo de cualquiera que tiene 15 años, con la arrogancia que le daba el saberse el único rubio de una escuela publica, el protagonista de aquella leyenda escolar donde el director salio mojado con un "globo" de agua, que en realidad era un preservativo, Oscar Soria, caminando justo cuando Anna buscaba una "señal divina" para entrar a la escuela, y ahí, faltando doce minutos para las ocho, Anna sintió por primera vez que se ruborizaba, cogio la mochila y entro al lugar que estadísticamente tiene el mayor porcentaje de amores anónimos, la secundaria.

Anna sabia que a sus doce años la barrera de los de tercer grado era inalcanzable para cualquier niña de nuevo ingreso, que había que hacer algo mas que kleenex en el vestido, necesitaría una identidad, algo que fuera atractivo para Óscar Soria, pasó la clase de algebra pensando un plan magistral, y fue ahí donde frustro su futuro como ingeniero, las matemáticas siempre le recordarían el fracaso de su primer día de clases, observando por la ventana, pasaron las horas, parecía increíble que su nueva escuela fuera tan ordinaria, tan distinta a sus expectativas, el silencio de las canchas era interrumpido por una que otra ave, y el timbre del receso sonó de improviso, despertando a un que otro alumno que no se acostumbraba a que las vacaciones habían terminado.

Anna fue la primera en salir hacia el patio, se encontraba en primera fila para lo que estaba por ocurrir, a varios salones del suyo, un profesor estereotípico intentaba callar la algarabía causada por Oscar Soria, gritaba para luchar contra el griterío, como recurso para encontrar el silencio, pero era inútil, entre los treinta pubertos que desgarraban su garganta, Anna lograba escuchar una risa calida, que solo es expresada cuando nuestros planes salen a la perfección. Oscar reía, reía ante el caos que el gas lacrimógeno había causado en sus compañeros, reía ante su ultima trastada, antes de ser expulsado definitivamente de la secundaria, y llevado lejos del futuro ideal que Anna había diseñado para ellos dos durante su la clase de algebra, en un mundo feliz sin kleenex en el sostén.

Lo sé, nadie merece que le rompan el corazón a los doce años, justo el primer día de la escuela, o que ese día sea triste, ni siquiera que te hayas enamorado sin tener la oportunidad de cruzar una palabras, siquiera una miradas, no, Anna no merecía correr al baño y sacar pañuelos desechables de su pecho para limpiarse las lagrimas, pero la vida no se trata necesariamente de lo que merecemos.

Sí, desde que tenia doce años Mi Muñeca Fea era un imán para la mala suerte, desde entonces, y como constante en su vida, aquellos hombre en el que se fijaría terminarían siendo imposibles, o en el peor de los casos huyendo de su vida sin ninguna explicación. Eso, le costaría entenderlo cuatro o cinco "hombres de su vida" más, pero a lo que siempre estaría negada, es a la dolorosa certeza, de que cada vez que amara, seria desgarrador, inclusive mas que la anterior.

lunes, octubre 19

Que bien se ve (soundtrack)

No encuentro la razón exacta, pero se que tú mereces una historia...

Hay algo que te hace magnética, que me impide dejar de mirarte, de suponer cómo serás y crear historias que me expliquen de ti, qué es lo que te hace reír, o por qué hueles a elegancia, a melancolía, esa manera tuya que te hace no pasar desapercibida, me tiene cautivo, voluntariamente...

Estoy seguro que alguien quedara preso a tu sonrisa y te escribirá, te dibujara con letras, y espero que sean exactas, por qué (aunque parezca capricho mío) tu no mereces un cuento ordinario. Tal vez él desee ponerle un nombre al lunar de tu barbilla y le llame Lilith (o simplemente corcholata), tal vez te conquiste platicándote de tu cabello y creé una historia interesante de por qué es negro como el universo, o simplemente te reclame por usar esos lentes y le niegues tus ojos, al final, lo importante es que él si tendrá las agallas de hacerlo...

Creo que razones me sobrarían para hacer contigo una historia, la valentía, eso si no ha sabido de donde sacarla.

miércoles, octubre 14

En esa esquina


Hace un año, nos toco despedirnos, tú, habías empacado sin avisar, y te ibas indefinidamente de mi vida, era tu bienestar contra mi dolor, y ninguno de los dos dudamos en elegir lo primero, ahí, me quede parado, en esa esquina, esperando, por que algo me decía que regresarías amigo.

Es en esta misma esquina, volvimos a coincidir, mi ego llego a decirme que yo era una importante razón por la cual regresabas, pero no, a mi ego se le había olvidado aquel que siempre fue la razón de todo, aquel que nos unió y nos regalo nuestra amistad, cuando volviste algunos argumentaban que fue por cobardía o costumbre, otros vieron nobleza en tu acto, yo creo más en aquella teoría que invente, en donde Dios, nos obsequio el capricho de volver a dividir el campo de batalla una ultima vez, compartiendo nuestros sueños, en el único sitio que conozco en donde siempre estas en el lugar y el tiempo correcto, donde la plenitud es alcanzable.

Lo siento, ahora fue mi turno, y sin avisar ( hasta pareciera que improvise en el acto) tuve que partir, tomar lo que quedaba de una larga aventura, e irme, por la razones que solo tú te has tomado el tiempo de escuchar, y tú, como fiel amigo, corriste tras el auto, levantaste la mano y me dijiste adiós, sin cuestionar por que me iba, sabias que si me lo pedías, por ti y nuestra amistad no me iría, pero esa nobleza tuya que siempre me permite cometer errores es gigantesca, tan enorme que te hizo quedarte, en esa misma esquina en la que aun me esperas y por la cual soy capaz de todo, fui capaz de todo.

En esa misma esquina que nos conocimos e hicimos promesas de eternidad; ahí, donde nada falta, ahí me esperas, mientras yo camino por la calle de la terquedad, esperando, vagamente, que esta calle no sea paralela a donde tú te encuentras.

P.s. Esta carta se retraso unas semanas,
pero ayer, mientras dormías,
entendí que en nuestra amistad,
no existen palabras tardías.

viernes, octubre 2

Día soleado (titulo totalmente personal)

Esta vez, yo quería quererla querer, y ella no...

No, jamás me conociste, ni siquiera lo intentaste, si fuera así, esta historia seria diferente.

No, ya no, lo siento, a veces el tiempo se agota, y hay que saber perder, recoger la ropa y caminar con la incertidumbre de no saber que habrá detrás de esa puerta, pero a sabiendas de que de este lado, no hay nada que rescatar.

Tu pierdes más, yo me llevo todas tus sonrisas y el cansancio de haberlo intentado, de saber agotados los recursos, y no es que yo sea alguien extraordinario, en realidad te encontraras cosas mejor cuando me vaya, pero mi arrojo es por la seguridad de que si arriesgabas un poco mas, sabrías todo lo que te podía querer, todo lo que te me antojabas.

Estas malditas ganas de dormir a tu lado, y otras tantas de verte al despertar, estas malditas ganas de todo lo que sucediera entre esos dos verbos.

Tanto por romper, por arriesgar, por disfrutar, pero, ¿que se le va a hacer?, si no logre vencer el mounstro debajo de la cama, menos podría con esa fobia tuya de enamorarte. Por supuesto que sé que te importaba, esos mensajes llenos de sentimientos encontrados no se le mandan a aquel que nos es indiferente, te importaba, lo supe cuando pedías disculpas sin razón, cuando no soportabas sin saber de mi, te importaba tanto, que te dio miedo el descuidarte, olvidarte de ti, y ahí, ahí justamente valimos madre.

¿Que si merecíamos una oportunidad?, eso es lo que nunca entendí de ti, el cielo te lo grito y yo lo susurre a tu oído, te lo tatué en el cuello, y ahí se te acabaron las excusas, nos pertenecíamos y lo sabias, pero te fue mas fácil huir, conciente de tu culpabilidad, te me escondiste entre la rutina, sabiendo que ese es terreno prohibido para mi (inclusive más prohibido que tu misma)

Gracias, por que al decirte adiós, me despido también de esa manía por encontrarte en todos lados, me regalo el disfrutar de esos detalles sin tener que hacer referencia hacia ti, de olvidar tu nombre en mi vocabulario, de tener otro placer mas allá que tu felicidad. Gracias.

No, no te enamoraste, no te regalaste la oportunidad de tratar, apenas una ilusión, un momento, una pensamiento a futuro, eso te basto, pero a mi no.

Yo, por más muñeca y princesa que seas, contigo no juego.