domingo, septiembre 13

Siempre lo he sabido

Siempre lo he sabido, desde el instante que te vi recargada en esa columna naranja, coqueteando, con esa necesidad que tienes por hacerlo, poniendo tu mano en su hombro mientras reías de algo que tengo la certeza que no era gracioso, ahí, cuando te oí hacer alarde de lo bello de tus ojos (Si, lo son, pero no tienes por que gritarlo) desde ese momento, lo supe.

Todas las risas compartidas, los intentos fallidos por tratar de estudiar, te convertían en una grata compañía, pero solo eso, no existía mayor interés en nuestras vidas, me eras ajena, tu y los personajes de tu vida, eran tan desconocidos para mi, que cada día eras mas interesante, pensaba, y repensaba en que habría detrás de esas sonrisas que explotaban con un eco de dolor, ¿quien había sido capaz de dañarte?, a ti, llena de cualidades, y de miedos, ¿Quien?.

Era un día nublado, no es que lo recuerde, pero todos los días importantes de mi vida son así, con nubes como barrera para que nadie sea testigo de que me sucede, y ahí, junto a la columna naranja, está esa banca, donde un día, tu eterno apetito nos hizo sentarnos, mientras algo comías, te vi a los ojos, y supe que ese era el instante donde conocería tus secretos, donde al fin le pondría nombre a aquel que se fue.

Cinco letras, solo cinco letras tenía ese nombre, lo recuerdo, por que tu historia sonaba tan parecida a la mía, por que a nosotros, que no se nos da eso de la disciplina y la constancia, tenemos la ganas de la eternidad en nuestras historias.

Entonces, te vi llorar por primera vez, confirme lo que siempre intuí, detrás de ese maquillaje habían lagrimas injustas, debajo de tu labial, besos que no diste, cosas que omitiste decir cuando él aun estaba, cuando para él significaba lo mismo que para ti.

Guardamos nuestros secretos tan fielmente, que nos basta una mirada para saber que nos duele, tan fielmente, que son impronunciables, por que nos duelen, por que esos nombres de cinco o siete letras crean celos en el otro, ganas de matar, por lastimar a quien queremos, con quien compartimos nuestra banca.

Ahí, junto a la columna naranja, conocí tu historia, y aquí, aquí a veces la escribo, sin ninguna pretensión, a veces te hago la protagonista de mis cuentos, y te describo, como el ser fantástico que eres.

Sí, siempre lo he sabido, que entre tu y yo, la palabra amistad nos limita

2 comentarios:

Andreinski dijo...

Sentí como un golpe en el estómago. Has escrito frases específicas que alguien alguna vez escribió sobre mi... no sé si por hacerme recordar debo decirte gracias o mentártela jajaja, pero como soy bien amable e intento no sacar el cobre entre gente nueva... gracias.

Un abrazo grande.

Alegría Buendía dijo...

Esos momentos son tan importantes. Y cambian para siempre una relación.

Me encantó como lo escribiste. Como la cambiaste del ideal a un ser sufrible como tú lo intuías. Y como todo se convirtió en amistad que irónicamente los limito a eso. Amistad.

Un saludo !